La magia de los bullroarers
Apunte 004
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Recuerdo claramente que fue en unas fiestas populares de un pueblo de la Sierra de Guadarrama, en el norte de la comunidad de Madrid, en España.
Se presentaba el grupo Mayalde, famoso en Castilla y León (y alrededores) por sus interpretaciones de la música castellana más tradicional — haciendo un fuerte hincapié en el uso de artefactos sonoros cotidianos, en las músicas campesinas, y en un enorme sentido del humor. Eusebio Martín, la cara más visible de la agrupación, se plantó en medio del escenario con una zumbadora. Eso que las fuentes organológicas anglófonas denominan genéricamente bullroarers: una pieza de madera ovalada, atada a un cordel. Eusebio habló sobre las viejas creencias asociadas al instrumento, sobre sus usos antiguos, y sobre como, con el paso de las décadas y los siglos, el elemento terminó convirtiéndose en un simple entretenimiento para los más pequeños.
Luego hizo girar la zumbadora sobre su cabeza, y el artefacto emitió un zumbido grave. "Muchos de vosotros creeréis que esto es una tontería, un juguete de niños", dijo. "Pero lo atávico sigue estando aquí, en este pedacito de madera. Si no me creéis, coged esto, iros vosotros solos al medio del monte a medianoche y hacedlo zumbar. A ver si sois os cagáis de miedo..."
Efectivamente, se cree que en el pasado los bullroarers tuvieron fuertes significados mágicos y ceremoniales; entre otras cosas, se utilizaron para espantar espíritus malignos en Europa y Asia. De hecho, en algunas sociedades campesinas, indígenas y tradicionales de todo el mundo aún cumplen esas funciones.
En América del Sur tuvieron una notable presencia histórica. Colbacchini (1925: 32) señala que entre el pueblo Bororo del Mato Grosso brasileño, los bullroarers, que ellos denominaban aiğe, se podían ver solo tras la ceremonia de iniciación de los hombres. Por su parte, Nimuendajú (1956: 107) indica que entre el pueblo Apinayé del estado de Tocantins, nuevamente en Brasil, su nombre era megaló, que también significaba "alma de hombre muerto".
La gran mayoría de los bullroarers de América del Sur solían emplearse atados a la punta de una vara. El tamaño variaba, llegando al metro de largo, y solían tener características muy específicas, como la forma ―la de pez era clásica entre los pueblos Apurinã y Nahukuá de Brasil― o el color; el rojo nonnogo del urucú o el negro berago usado por los Bororo para teñirlos eran distintivos.
Además de las sociedades indígenas mencionadas, las zumbadoras fueron empleadas tradicionalmente por los pueblos Baniwa, Embera, Wounaan, Chané, Aba, Curuaya, Timbira, Carayá, Wichi y Caduveo (y no están presentes, curiosamente, en los Andes o la Patagonia). En todas ellas, de una forma o de otra, los bullroarers tuvieron cierto significado ritual, o chamánico. Con el paso del tiempo, lo fueron perdiendo, y terminaron en las manos de los niños...
...como ha ocurrido con un buen número de otros artefactos sonoros tradicionales, generalmente de estructura sencilla y asociados con rituales y creencias caídas en el olvido.
Aunque basta con hacer girar un bullroarer y hacerlo gemir y gruñir para que toda una masa de recuerdos y temores atávicos de generaciones pasadas, al parecer grabados en nuestra memoria colectiva —los fantasmas y la muerte, la oscuridad y el bosque...— revivan como por arte de magia.
Como decía Eusebio, el de Mayalde.
Referencias
Colbacchini, Antonio. I Bororos Orientali "Orarimugudoge" del Matto Grosso (Brasile). Torino: Società Editrice Internazionale, 1925.
Nimuendajú, Kurt. Os Apinayé. Belém de Pará: Instituto Nacional de Pesquisas da Amazônia, 1956.
La presente entrada pertenece a una compilación que ha sido publicada digitalmente por El Zorro de Abajo Editora. Dicha publicación es accesible a través de la sección "Artículos y compilaciones sobre música" de Instrumentarium.
Acerca de la entrada
Texto: Edgardo Civallero.
Fecha de publicación: 05.10.2023.
Imagen: "Bullroarer (Imunu Viki?) | Papua New Guinean". En The Metropolitan Museum of Art [enlace].